domingo, 1 de junio de 2008

Crisis financiera: huir o actuar

La razón más tonta del mundo para comprar una acción es porque está subiendo. Warren Buffet.
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Se avecina una crisis económica... O al menos eso es lo que nos dicen los medios de comunicación. Algunas voces apuntan como factores desencadenantes a:
1. La caída del precio de la vivienda. Su origen está en que el consumidor ya no está dispuesto a pagar los altos precios alcanzados. Una de las principales consecuencias que ha traido es un frenazo de la especulación inmobiliaria al haber una gran incertidumbre en que la vivienda recién adquirida pueda revenderse a un precio superior.
2. La concesión de préstamos hipotecarios con escasas garantías de devolución (préstamos subprime) que muchos particulares no podrán afrontar debido a la subida del Euribor y a la crisis. El impago ha originado agujeros financieros de difícil cuantificación en bancos y otras entidades.
3. La subida precio del petróleo, cuya principal causa es el rápido crecimiento económico que están experimentando numerosos países asiáticos, entre ellos China o la India. A ello se une la subida de otras materias primas y productos de origen alimentario debido a que se está incrementando su consumo por aquellos países que están teniendo un mayor desarrollo.
Este aumento de precios del petróleo y de los alimentos se contagiará con celeridad a otros productos y servicios, determinando la reducción en el consumo típica de los periodos de crisis.
4. El elevado precio del euro, que hace que los productos europeos estén más caros y, por tanto, sean menos competitivos a nivel internacional.
6. La caída del precio del dólar, responsable de que el patrimonio en dólares que tenían muchos propietarios esté sufriendo una reducción dramática.

En teoría, estos factores parecen ser suficientes para que se dé una crisis económica aguda que repercutirá en el mercado bursátil. Personalmente no creo demasiado en la validez de las predicciones económicas. Así pues, no sé si habrá o no una crisis, ni si esta será tan severa como vaticinan los medios de comunicación y ciertas autoridades en materia económica. Ahora bien, pongámonos en el peor de los casos: habrá una crisis terrible merced a la cual se hundirá la Bolsa. ¿Qué tenemos que hacer entonces? La mayor parte de los inversores lo tienen claro: vender cuanto antes sus activos financieros (fondos, acciones, etc.) y no comprar nada hasta que la situación mejore. Esta huida para cortar pérdidas es muy típica de la Bolsa pero no por ello es lo más correcto. Mi propuesta es justo la contraria: cuando aumentan las ventas, las cotizaciones caen dejando los activos a precio de ganga. Es en estos momentos cuando el pequeño inversor tiene que hacer más compras. Es decir, cuando tiene que canalizar su ahorro hacia el mercado financiero. Desde una perspectiva histórica está demostrado que comprar en momentos de crisis es la mejor opción para ganar en Bolsa. De hecho, grandes inversores como W. Buffet o A. Kostolany han hecho buena parte de su fortuna actuando en épocas de crisis. Sin embargo, algo que parece tan sencillo no lo es tanto cuando se pone en práctica. Existen un par de dificultades al respecto:
A. Que la Bolsa baje no implica que no vaya a bajar más.
B. Cuando las cotizaciones caen el miedo suele apoderarse de los inversores, razón por la que muchos no se atreven a probar esta estrategia.

Lo mejor que se puede hacer para solventar dichas dificultades es perder el pánico al mercado bursátil (pensemos que –a largo plazo- comprando en estos momentos críticos perderemos menos que otros que compran con las cotizaciones altas) y tener siempre liquidez. Esto último implica disponer de algo de dinero para invertir, ya venga de un sueldo, de unos ahorros, etc. De esta forma, iremos llevando más dinero a la Bolsa según vayan cayendo las cotizaciones. Hay que tener presente que un precio bajo representa una oportunidad, pero un precio aún más bajo representa una oportunidad mayor.

En cualquier caso, nosotros tenemos la última palabra. Ante una crisis podemos huir despavoridos, como hace la mayoría, o canalizar nuestro ahorro hacia la la Bolsa, como hacen los cazadores de gangas.

martes, 18 de marzo de 2008

Ideología rumbo a babor o estribor: una mitología esclerosada (3)

La política es el arte de aplicar en cada época aquella parte del ideal que las circunstancias hacen posible. Antonio Cánovas del Castillo.
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Finalizaremos el artículo con esta tercera parte. En ella empezaremos exponiendo la problemática de los restantes criterios que se suelen utilizar para distinguir entre los partidos de izquierdas y de derechas:

5. Las políticas sociales han sido –y son- típicas de los gobiernos de izquierdas. Su finalidad suele ser proteger a los más desfavorecidos y, en no pocas ocasiones, a los grupos capaces de ejercer presiones políticas. Sin embargo, hoy en día no es casual que partidos liberales o conservadores destinen cantidades superiores de dinero a políticas sociales que otros de izquierdas. Esta situación puede apreciarse al comparar la izquierda moderada norteamericana (demócratas) con algunas derechas europeas. Es más, algunos partidos considerados de extrema derecha han destinado comparativamente más dinero a políticas sociales que algunas socialdemocracias. Sin ir más lejos, la mencionada Falange o el régimen nacional socialista alemán.
6. La preservación del orden social establecido, protegiendo la moral y/o los valores tradicionales, ha sido un distintivo propio de gobiernos conservadores. Lamentablemente, no se identifica con las posturas liberales, las cuales no tienen por qué mantener tradiciones e incluso pueden combatirlas.
Esta característica resulta paradójica si es la derecha la que se opone a valores tradicionales de índole socialista o comunista, algo frecuente en ciertas dictaduras de izquierdas. Es entonces cuando se invierten las tornas, siendo la izquierda más conservadora y la derecha más revolucionaria.
7. La preponderancia de la libertad sobre la igualdad, o a la inversa, se emplea a menudo para argumentar la división izquierda-derecha. No obstante, este criterio es uno de los más subjetivos y lleno de equívocos de los mencionados hasta ahora. La razón es que libertad e igualdad son términos difusos que carecen de límites y significado concreto fuera de un marco político determinado. Incluso encuadrados en dicho marco, son difíciles de cuantificar: ¿cuánto supone mucha o poca libertad o igualdad? Intuitivamente sabemos que los regímenes comunistas dan muchísima más preponderancia a la igualdad que a la libertad. En cambio, en las democracias occidentales el asunto es más complejo. Comparar unas con otras en base a la libertad e igualdad de sus ciudadanos no es nada fácil.
Por otra parte, hay que tener presente que cualquier socialdemocracia ofrece más libertades que los totalitarismos de izquierdas o de derechas. Ello resta más validez si cabe a este criterio, el cual sólo sirve como referencia –y no muy buena- para comparar el liberalismo con otras formas de gobierno.
8. El racismo o xenofobia es una postura que se ha venido achacando a la extrema derecha a lo largo del siglo XX. Aunque pudiera parecer más fiable que las otras características expuestas, también resulta equívoca. Si bien el régimen de Hitler u organizaciones como el Ku Kluks Klan defendían la superioridad de la “raza aria”, diversos movimientos de derechas –incluida la ambigua Falange- no presentan rasgos xenófobos. En nuestros días, las derechas moderadas de los países capitalistas no suelen ser xenófobas o, al menos, no más que las izquierdas moderadas de dichos países.
A grandes rasgos se puede afirmar que, históricamente, la xenofobia está más integrada en la derecha. Sin embargo, en la actualidad dicha actitud es minoritaria y también puede presentarse en las filas de la izquierda.
9. La protección del medio ambiente surgió como ideal político en el ámbito de la izquierda. Con el paso del tiempo, las cosas han cambiado. Es cierto que las posturas más radicales siguen siendo feudo de la izquierda pero ello no quiere decir que partidos de derechas no tengan entre sus prioridades el medio ambiente. En España, durante el gobierno del PP, se creó el Ministerio de Medio Ambiente y un partido considerado de extrema derecha como es Democracia Nacional tiene entre sus ideas fundamentales la protección del hábitat natural.
Por otra parte, la identificación del deterioro medioambiental con el capitalismo suele obviar los grandes atentados contra la naturaleza por parte de las dictaduras comunistas.
Hoy en día, la conciencia medioambiental está siendo asumida cada vez más por la derecha, lo que resta valor a este criterio que sólo servirá para identificar a la izquierda más ecologista.

Como colofón, cabría decir que hoy en día la distinción entre derecha e izquierda es incorrecta. Por un lado supone un anacronismo y por otro alberga tantas excepciones que apenas tiene validez objetiva. La derecha puede ser conservadora pero no siempre lo es. A veces es la izquierda la que asume la condición de conservadora y la derecha la de revolucionaria. En el centro político existe un amplio espectro que va desde la socialdemocracia hasta la tercera vía. Allí los partidos no se diferencian tanto por sus ideales de izquierda o derecha como por las medidas específicas que asumen ante los problemas sociales.
La religión no es patrimonio de la derecha ya que numerosos gobiernos socialdemócratas destinan partidas presupuestarias al mantenimiento de ciertas confesiones, al tiempo que existen derechas profundamente laicas. Otros criterios tienen una validez parcial muy discutible y/o son tan subjetivos que no aportan luz al asunto.
Por consiguiente, la distinción entre izquierda y derecha parece obedecer más a una necesidad de encuadrar al adversario político que a una denominación cabal y lógica. Es más, en algunos casos se dan alianzas entre la izquierda y derecha que ponen en entredicho la verdadera lucha por unos ideales. Recuérdese la adscripción del PNV (partido muy conservador) al bando republicano durante la Guerra Civil Española o el pacto germano ruso de no agresión que firmaron Hitler y Stalin. Tanto en las posturas más moderadas (socialdemocracia y tercera vía) como en las más extremas (totalitarismos de izquierdas o de derechas; anarcocapitalismo y anarcosocialismo) se observa un acercamiento de posturas entre la izquierda y la derecha, algo que termina de complicar aún más el asunto.
Se hace necesario, pues, ir abandonando dichas denominaciones. Una solución sería cambiarlas por otras que describan con más exactitud las ideas de cada partido. Ya no valdría decir que es de izquierdas o de derechas, sino que debería categorizarse de manera más detallada. Así, el ciudadano podrá tener un mejor conocimiento de las diferentes opciones ideológicas que la democracia pone a su disposición. Su voto tendría un mayor valor intrínseco al ser fruto de una elección más transparente y precisa.
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sábado, 15 de marzo de 2008

Ideología rumbo a babor o estribor: una mitología esclerosada (2)

Los resultados de los cambios políticos rara vez son aquellos que sus amigos esperan o que sus enemigos temen. Thomas Henry Huxley
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Tal y como se especificó en la primera parte de este artículo, se tratarán algunas de las principales características utilizadas para incluir a los partidos políticos en la izquierda o en la derecha:

1. Comenzaremos con la apuesta por un estado confesional, aconfesional o laico: la promoción y salvaguarda de los valores religiosos suele considerarse un rasgo de la derecha. Es bien sabido que durante el régimen de Franco la religión católica tuvo un peso importante en la política. Sin embargo, echando un vistazo a los países musulmanes se constata que numerosos gobiernos son dictaduras socialistas de corte islámico. Se podría argumentar que es la religión cristiana –y no la musulmana- la propia de la derecha, mas este argumento parece ignorar la existencia de sacerdotes marxistas revolucionarios en Sudamérica. Hombres cuyas convicciones políticas les llevaron a plantar cara a gobiernos de derechas. Aunque no hace falta ir tan lejos ni llegar a tales extremos para ver que es un argumento endeble: en nuestro país, el mandato socialdemócrata de Felipe González no se caracterizó precisamente por su laicidad pues año tras año destinó generosas ayudas estatales a la Iglesia Católica. A tenor de los hechos, es obvio que la integración de la religión en la política no es exclusiva de la derecha.
Cabría preguntarse entonces si la laicidad es un distintivo propio de la izquierda: en efecto, es indudable que una buena parte de la izquierda ha impuesto el estado laico, no obstante la derecha liberal también cuenta con importantes partidarios de la laicidad. Entre ellos destacan el aristócrata Voltaire y el presidente y filósofo estadounidense Thomas Jefferson, personajes ambos de gran repercusión histórica.
Por tanto, aunque existe una derecha íntimamente ligada a la religión católica, dicha circunstancia no se extiende a todo el ámbito de la misma y, del mismo modo, tampoco se puede atribuir toda la laicidad a la izquierda.
2. El capitalismo como modelo económico: el socialismo original y el comunismo siempre han criticado las supuestas desigualdades e injusticias surgidas del capitalismo. Hoy en día sus argumentos suelen remitirse a la posición inferior del trabajador frente al empresario, la cual motiva la necesidad de sindicatos y de diversas medidas laborales. A pesar de ello, la socialdemocracia ha acercado posturas con los liberales, aceptando el sistema capitalista como garante de cotas superiores de bienestar y desarrollo. A su vez, el liberalismo ha permitido ciertas intromisiones estatales en la economía. Esto ha generado una zona del espectro político donde es complicado –si no imposible- discernir entre izquierda y derecha. Allí, tanto una como otra postura abogan por un capitalismo intervenido en mayor o menor medida.
3. El nacionalismo también se ha empleado como distintivo político aunque con menos fundamento si cabe que la adopción de una economía capitalista. Como ejemplo típico suele citarse al dictador nacionalista Chiang Kai Shek, que se enfrentó a la China comunista, siendo categorizado por ello en la derecha. Aunque en un principio apoyó el comunismo, enseguida cambió de idea, adoptando una política nacionalista caracterizada por una apertura económica que, a la postre, resultó muy beneficiosa para Taiwan. Otros casos en los que la exaltación nacional se ha considerado propia de la derecha son el nazismo, el fascismo o la Falange (cabe reseñar en ésta que su cofundador -José Antonio Primo de Rivera- no la identificaba con la izquierda ni con la derecha). Sin embargo, cuando echamos un vistazo a los partidos nacionalistas de izquierdas, como ERC o los vinculados al entorno de ETA, comprobamos que este criterio tiene muy poco valor en sí mismo. Más aún, viendo que el antiguo baluarte del comunismo –la extinta Unión Soviética- manifestaba un férreo nacionalismo, sería un error mezclar dicha característica con la dialéctica izquierda-derecha.
4. La fortaleza o debilidad de los sectores público y privado es un elemento categorizador más adecuado, en apariencia, que el nacionalismo. Por desgracia, sólo es válido desde posiciones liberales. Atendiendo a su óptica, un país sería más liberal cuanto mayor peso tuviera el sector privado y más izquierdista cuanto mayor lo tuviera sector público. Este criterio mantiene cierta coherencia funcional si se considera al liberalismo como la única derecha. Ahora bien, ello supondría excluir de manera arbitraria a las ideas conservadoras, las cuales históricamente también tienen su sitio en la derecha.
A diferencia de los liberales, los conservadores a menudo han reforzado el sector público para alcanzar sus propósitos. En ocasiones, incluso más que la izquierda socialdemócrata. Por tanto, la escisión entre izquierda y derecha según la extensión de los sectores público y privado sólo tendría validez para categorizar a la derecha liberal y no para otras derechas partidarias de una alta intervención estatal.

En la última parte de este artículo terminaré de exponer la debilidad de otros criterios que también se emplean para delimitar la izquierda y la derecha políticas. A dicha exposición se adjuntará una conclusión final de las tres partes que componen el artículo.
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viernes, 7 de marzo de 2008

Ideología rumbo a babor o estribor: una mitología esclerosada (1)

La política ha dejado de ser una política de ideales para convertirse en una política de programas. Enrique Tierno Galván.
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En el espectro político actual suelen citarse dos posiciones enfrentadas: la izquierda y la derecha. A simple vista parece sencillo distinguir una de otra, sin embargo un análisis minucioso demuestra que tal distinción peca de arbitraria y difusa.
El origen de los términos “izquierda” y “derecha” estaba en la antigua Asamblea Nacional Francesa. Allí, los jacobinos se situaban a la izquierda y los girondinos a la derecha. Ambas facciones burguesas aspiraban a una revolución que ofreciera determinadas mejoras para el pueblo llano. Los primeros se oponían a la monarquía mientras que los segundos abogaban por su mantenimiento. Se puede afirmar, a grandes rasgos, que la principal diferencia entre ellos era su posición ante el Poder Real: los girondinos serían “conservadores” –y moderados- ya que apostaban por mantener dicho poder en forma de monarquía parlamentaria (limitando la actuación del Rey por las Cortes). En cambio, los jacobinos serían “no conservadores” –y radicales- pues pretendían abolir la realeza y establecer una República.
Mucho ha llovido desde entonces. En ese periodo, el socialismo y el comunismo han cogido el testigo de la izquierda, y los liberales y conservadores el de la derecha. A pesar de ello, existen razones que evidencian la poca utilidad que tiene la división izquierda–derecha, salvo cuando se habla en términos relativos y no siempre acertados. La principal causa es el desfase espacio-temporal de dicha división: como se acaba de mencionar, su razón de ser giraba en torno al mantenimiento o desaparición de la monarquía, órgano que en nuestros días se ha extinguido en casi todos los países desarrollados y cuyo poder ejecutivo es meramente testimonial en aquellos que lo mantienen.
A lo largo del siglo pasado y del presente se ha observado una aproximación de posturas políticas hacia el centro: el liberalismo y el conservadurismo han hecho concesiones a favor del bien común (por ejemplo, con la Sanidad Pública y la redistribución del dinero obtenido mediante tributos) mientras que el socialismo se ha ido aproximando hacia posturas liberales (por ejemplo, admitiendo la Democracia e incentivando medidas que favorezcan la competencia empresarial). Esta convergencia ideológica ha situado entre la socialdemocracia y la tercera vía (posición intermedia entre el liberalismo y la socialdemocracia) a los principales partidos políticos de los países desarrollados. Las posturas políticas más extremas -comunismo, fascismo- parecen haber quedado relegadas a un segundo plano. Además, entre ellas tampoco es sencillo discernir su adhesión a la izquierda o a la derecha, pues combinan elementos de una y otra. Resulta curioso observar como determinadas características izquierdistas o derechistas dentro de un mismo partido suelen pasarse por alto a la hora de encuadrarlo políticamente, dándose más peso –irreflexivo o intencionado- a unas características e ignorándose otras muchas.
A su vez, merece la pena analizar algunas de estas cualidades que se emplean para categorizar la ideología de los partidos. No sólo por su empleo discrecional sino también por su ambigüedad. Ambas circunstancias nos darán una idea de lo absurda que puede llegar a ser esta categorización dicotómica. Dicho análisis y sus conclusiones quedarán pendientes para la segunda y tercera parte del artículo.
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Imagen: antigua Asamblea Nacional Francesa.