miércoles, 19 de agosto de 2009

Releyendo a von Mises (I): historia, historias e historietas.

Ludwig von Mises es un destacado intelectual –no siempre bien conocido y/o interpretado- y uno de los máximos representantes de la Escuela Austriaca de Economía, la cual se caracteriza por sus ideas liberales. Su principal obra, “La Acción Humana”, es un libro imprescindible para todo aquel que desee introducirse en el liberalismo. Aunque no comparto en todos sus aspectos la postura filosófico-liberal de von Mises, sí que considero que hay bastantes ideas aprovechables con las que coincido.
En estos días he decidido releer “La Acción Humana” (que ya tenía casi olvidada) para exponer y comentar en sucesivos artículos algunos de los pasajes que me parecen más interesantes. Por supuesto, no querría dar la impresión de que gracias a estos artículos se hace innecesario leer dicha obra. Muy al contrario, pretendo que sean una invitación a conocer “La Acción Humana”, posiblemente una de las obras imprescindibles del s. XX.
Sin más dilación os dejo con Ludwig von Mises y sus apreciaciones sobre la labor del historiador:

El historiador, desde luego, no debe dejarse influir por prejuicios ni dogmas partidistas. Quienes manejan los sucesos históricos como armas dialécticas en sus controversias no son historiadores, sino propagandistas y apologistas. Tales expositores no buscan la verdad; sólo aspiran a propagar el ideario de su partido. Son combatientes que militan en favor de determinadas doctrinas metafísicas, religiosas, nacionalistas, políticas o sociales. Usurpan el nombre de historia para sus escritos con miras a confundir a las almas cándidas. El historiador aspira, ante todo, al conocimiento. Rechaza el partidismo. En este sentido, debe ser neutral respecto a cualquier juicio de valor.
(…) Pero en el mundo de la historia es mucho más difícil atenerse a esa exigencia de neutralidad valorativa. Ello es obvio por cuanto la materia que maneja el estudio histórico, es decir, la concreta, accidental y circunstancial ciencia de la acción humana consiste en juicios de valor y en los cambiantes efectos que estos provocaron. A cada paso tropieza el historiador con juicios valorativos. Sus investigaciones giran en torno a las valoraciones formuladas por aquellas gentes cuyas acciones narra.
Se ha dicho que el historiador no puede evitar el juicio valorativo. Ningún historiador –ni siquiera el más ingenuo reportero o cronista- refleja todos los sucesos como de verdad acontecieron. Ha de discriminar, ha de destacar ciertos aspectos que estima de mayor trascendencia, silenciando otras circunstancias. Tal elección, se dice, implica ya un juicio valorativo. Depende de cuál sea la filosofía del narrador, por lo cual nunca podrá ser imparcial, sino fruto de cierto ideario. La historia tiene, por fuerza, que tergiversar los hechos: en realidad, nunca podrá llegar a ser científica, es decir, imparcial con respecto a las valoraciones, sin otro objeto que el de descubrir la verdad.

Von Mises termina mencionando la necesidad de que la historia busque la verdad para que pueda ser tomada en consideración. En mi opinión, intentar acceder a la verdad no es tan sencillo ya que ésta, tomada como absoluta, no es algo demasiado frecuente. Quizás sea suficiente con que la búsqueda de datos y la interpretación e ilación de los mismos sean lo más objetivas posibles. Si bien es cierto que la objetividad nunca es completa, alejarse conscientemente de la misma reduce la calidad de la investigación histórica. Hoy en día no es raro encontrarse con libros de supuestos historiadores que distorsionan los acontecimientos pasados, omiten las fuentes que no son de su agrado y hacen casi cualquier cosa con tal de alcanzar unas conclusiones prefijadas de antemano que sean acordes con su ideología. Por desgracia, este tipo de libros suelen alcanzar mayores éxitos de ventas que los escritos por auténticos profesionales: parece como si los lectores prefirieran dar con argumentos históricos que refuercen sus ideas políticas en lugar de alcanzar un mayor conocimiento de lo acontecido. Deberíamos, pues, desconfiar de los autores ideologizados o bien contrastar lo escrito por historiadores de diferente tendencia ideológica.